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Mostrando las entradas de abril, 2008
Efímero es el deseo, no el tiempo, el es eterno, son nuestros cuerpo los débiles. Escupidos en la tierra, sin ninguna intención de salvarnos, hormigas en una granja, mientras un malévolo niño nos crema con su lupa. La misma, la cual sigue nuestros pasos, esperando un desliz de nuestro pensamiento para acabarnos por siempre. En eterno fuego, la piel se derrite. Vulnerables a la soledad, al tiempo, a los sentimientos. Nada, somos nada. Insectos. Menos. Nada. Temerosos a nuestra sombra, buscamos en brujos y alquimistas el perdón y el fin de los miedos. Inútiles a la tierra, no nos necesita, solo estorbos, ven niño, acaba todo esto de una vez.
No recuerdo el día, demasiado cansancio, agobiado, exhausto, tanta fuerza para amanecer. El día me recuerda, de seguro lo ha hecho, me ha delatado. No he podido luchar. Las memorias se remontan, a otros tiempos, lejos de aquel momento. No valen la pena. Dejo que vuelen fuera de aquí. Ciego, sordo, sonidos alterados, sin movimientos voluntarios, no recuerdo el día. Todo sabe de mí. No es otra, sino ella, quien me arropa cada noche, cuida de su cordero, lo mantiene para su destino final. He perdido esa parte de la vida, pero cada día me recuerda la verdad, lo he visto en otros, y siempre aguarda en un oscuro rincón. Ciegos, sordos, mudos, sin movimientos, nacemos, y así nos espera. Ciegos, sordos, mudos, sin movimientos, esperamos su llegada, y nos lleva en sus brazos, como aquella primera vez.
Rememora la caída del ángel, descubre la maldición del manzano, busca en tu mente por la divinidad de la partida, recuerda que olvidaras tu pasado. Descubres, ocultos, en aquel pasadizo tus pensamientos más negros, aquellos que sabias, engendraste desde temprana edad. Devoran sus cadenas y alimentan tu cuerpo. La necesidad, satisfecha, entre locura, encuentras tranquilidad. Muerte, caos, la caída del ángel. Desgarras el pasado, ignoras el futuro, denigras el presente, hieres tu cuerpo. Lo real, los sueños, ven aquí. He logrado mezclarlos. Veo aquel viejo ángel, quien cuidara mis pasos alguna vez, destrozado por obscuros arbustos, regreso a mis pasos, sin nadie que preserve este presente. Regreso a ningún lado. He abandonado a mi ángel.
Dolor de parpados rasgados, insensibles oídos a este desgarrador descubrimiento. Ver, doloroso comienzo, doloroso final. Los colores en desorden pelean por bañar aquella primera vez, esa primera vista al mundo. Es algo mundano y normal para el resto. Estos ojos, entre placer y dolor. Tristes son. Recién llegado, acogido entre desconocidos brazos, y estúpidos gimoteos sin sentido. El lastimoso comienzo de ocupar el espacio que otro ha dejado. Sangre por sangre, alma por alma, sufrimiento por sufrimiento, vida por muerte. Ojos que ven solo borrosos rostros y colores, ni siquiera sabes sus nombres aun. Ojos que se embriagan de luz, luz que duele. Niño, ojos tristes has mostrado. Lloras por tu tristeza naciendo. Niño, que se ha hecho? Desde el principio de los tiempos, que hemos hecho? No hay perdón en el acto de engendrar y matar. Niño que has crecido. Tus ojos no han cambiado. comprendes el valor de tu llegada y el propósito d