Caigo rendido en mi gastado sillón, inmerso en la obscuridad, no deseo luz alborotando mis ojos. Solo quiero imaginar en la hermosa obscuridad. Imaginar, y gozar de ella. Y es ahí cuando mi risa estalla, un demente en la negrura de su habitación, recostado, con solo un papel y un añoso lápiz. Rio, rio y lloro, esta obscuridad, es la misma que veo día a día, aun con la mas enceguecedora luz del sol, con la mas amarilla de las luces de noche. Imagino, aun, sueño un momento, mis ojos permanecen abiertos, no es neceser para mi cerrarlos, dormir. Me he acostumbrado a esto de soñar despierto, aun mientras camino, mientras la masa de animales se dirige hacia mí, me habla, me ataca, me incita a la violencia. Aun así, viajo, no estoy aquí, no entre ellos, no. Ahora solo, siendo solo yo, mi verdadero yo, sin alter egos que invadan mi ser. En la apacible y sosegada obscuridad, apenas pueden escucharse ruidos nocturnos, hasta ellos se agotan, todo se detiene. Es mi momento. El momento de pe