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Mostrando las entradas de noviembre, 2010
Amarte, y no necesitar nada más. Sentir en mi cuerpo como fluye roja sangre. No hemos venido para perecer en soledad. No hemos imaginado la soledad como nuestra eterna compañera. Deseamos alguien en quien derramar nuestros fracasos, quien nos aliente, quien apague el sentimiento de soledad. Solo por eso, debemos obligarnos a amar. Para sostenernos unos a otros. Dejare fluir mi sangre, te alejare de mí. Nada sentiré en mi cuerpo esta vez. Podre dejarte ir y aceptar mi soledad esta vez.
Cuanto tiempo, demasiado, has dormido junto a mí. Tú, aquella idea de la inmortalidad. Arropabas mis temores de muerte, mientras ella se relamía a los pies de esta cama. Paciente, inmóvil, inmaculada. Ella espera, sabe que de un momento a otro las ideas enfermaran, se olvidaran. El abandono. Te desvanecerás, amanecerás en otro cuerpo. Es el momento, en el sueño, te tomare. Vendrás a mí, no temerás mi forma tomare la de aquella que en otrora te durmiera en su sueño. Cuando estés en el placer del descanso mostrare mi verdadera forma Entre mezcla de temor y placer, te tomare. Veras, los sueños de inmortalidad, mueren.