No quiero despertarte, envidio esa manera en la que duermes, mi cuerpo hace ya, creo, ciento cincuenta días que me despierta con agujas oxidadas, la música no logra cerrar mis ojos, solo sueño despierto, estos cielos, estos descansos en tabletas, tampoco logran el cometido. Pateo botellas vacías y logro sentarme cómodo para observarte dormir.
No es tarde, no es temprano, ya no se donde se
ubica el tiempo, el solo verte así, me relaja, duermes, como duermes, te
mueves, eso dice que estas soñando, ¿estas corriendo?, por donde andarás
loquito.
Jugar un momento contigo, pero no quiero
despertarte, no quiero despertarte.
El lugar es mas hermoso contigo aquí, aunque
un poco mas allá, caen bombas, se encienden piras para los traidores y los que
perdieron su alma, tengo una invitación, mas no es para presenciar tan demente
acto, sino para ser elevado (o pisoteado) en fuego.
Pero no te preocupes, me quedare aquí, entre
vidrios y juguetes redondos, sentado contemplando la paz que emanas, como
duermes, envidio esa forma de dormir, ha pasado un día más, supongo, pues mi boca
esta seca.
Nada me importa, solo verte descansar, dormir
tan profundamente, que, hasta relajas a todos a tu alrededor, no siento sueño a
pesar de estos días en mis espaldas, mis ojos avisan hinchados que quieren ver
obscuridad por un momento, pero yo mando. No rotundo.
Te veo dormir, no quiero despertarte, ni que
nadie venga a molestar tu profundo dormir, aunque muera de ganas de sentarme a
tu lado, no quiero despertarte.
Hermoso te ves, no voy a despertarte, apoyado
silenciosamente en el vidrio te veo mas cerca, otro arco de luz y obscuridad,
otra tormenta, aunque despiadadas voces digan que no podre llegar a dormir a tu
lado, resistiré a que me arrojen a esas llamas, malditas voces. Espero no te
despierten, no te asustes si lo haces, no te despiertes, duerme, duerme.
Cuando pase la tormenta, saldré y vos me
llevaras de la mano, soy tan inútil que no conozco los caminos que me vieron
nacer.
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Ariel