Lentamente y cada vez que tu lastimosa mirada se eleva pidiendo y pidiendo a los cielos (¿a los infiernos?), las respuestas a tus preguntas vas dejando trozos de tu alma, de tu corazón, te vas secando de lágrimas, te vas pudriendo por dentro, y te hundes, la piel, toca tus huesos. Pierdes la mirada en frondosos y húmedos bosques, obscuros, son las fauces de la tierra, son el descanso o la furia final, hacia el vas ya no hay cielo (¿infierno?) que siga robando partes de ti. Tus pensamientos son pedradas en tu cabeza te inclinas tocas la tierra y algo, solo algo, puedes sentir, pero tus dudas aun son el fuego de tus movimientos. Allí, en la nada y el todo, comprendes la poca cosa que eres lo insignificante que eres, el bosque te ahoga, sabes que no vivirás por siempre el bosque, lo hará, y tú, en sus fauces, solo serás recuerdo de algunos, por un tiempo tan corto como tu efímera vida.
Poesias, prosas, relatos, canciones, pero de las otras.