Fue la
madrugada con más y calor y humedad que recuerde, fue la noche anterior un
derroche de energía y sentimientos, un derroche de imaginación, deseos y artes
ocultas, se mostraron esas partes que tenemos, pero ocultamos o ni siquiera
sabemos que están allí. Nuestros deseos más locos, nuestros demonios internos,
ocultos atrás de algún pensamiento, o de algo.
La tarde
no fue poco menos, solo que durante esa luz que se iba volviendo más tenue, más
temerosa, siendo empujada par la obscura y espesa noche, no se veían nuestros
reflejos, reflejos que iban y venían a placer.
Pasaba
la tarde entre vientos y pequeñas lloviznas, pasaba lentamente, pero pasaba. La
sed en esa soleada tarde era inmensa, saciarla no era tarea fácil, ni siquiera
lo fue durante la mañana, pero aún hablo de la tarde, aún recorremos esas
calles, de la noche me he guardado casi todo, pues solo ella sabe, y en ella
queda.
Mientras
las almas, las miradas y los sueños se chocan, y en ese mismo lugar también se
esquivan, sucede lo inesperado, lo que nadie, yo al menos, entiende.
Lugar,
para algunos mágicos, para otros, solo lugar de paso, solo pérdida de preciado
tiempo, un lugar que guarda recuerdos e imágenes que creían nunca jamás volver
a sentir, o revivir.
Momentos
en los que no se piensa en nada en específico, mis pensamientos, que puedo
decir, nada en particular, nada científico, nada complicado, nada real, solo
unos pensamientos sobre los sueños que últimamente he tenido, un repaso,
borroso, pues mis sueños lo son, borrosos y peligrosos en algunos pasajes.
Pienso
en aquellos ojos que soñé, pienso en porque me ahogo en ellos, porque ellos se
ahogan en sí mismos, los tuyos.
Se
ahogan en lágrimas que no puedo detener, tampoco tú puedes, y te ahogas en
ellas.
Mis ojos
solo ven puertas de salida, ninguna para entrar. Solo salidas.
La luna
aún se viste destellante, sus mejores ropas de noche, arrastra su velo por
sobre un violento mar y solo puede verse opacada por los enceguecedores rayos
que suben, quieren taparte, pero solo logran que brilles aún más.
En el
extremo de un eterno puente, al lado del río que hará que todo olvides, puedo
verte, cerca ya, de beber de sus aguas, mezcladas con el agua de tus ojos. Hay
corazones que se quiebran ante semejante escena, y se hielan, ya no recuerdan
como latir, como cruzar el puente.
Más
atrás me veo, y, sin embargo, estoy en el medio de este pequeño puente, que
siento, tiembla bajo mis pies, el miedo me invade, ahora veo miles de ojos
sobre mí, y en ellos pueden distinguirse diferentes sentimientos, no voy a
ahondar en eso, pero puedo verlos y sentirlos sobre mí, aún, avanzo, aún me
muevo, espero pronto ser uno, pero mi cuerpo ha decidido abandonarme, me
arrastro ahora, tú ya bebes, tus lágrimas mezcladas con el agua dulce del río.
Cuando a
ti llego, ya has olvidado, me has olvidado, tus ojos secos, ya no me ven, se
han ido, y yo separado de mi cuerpo, casi un fantasma, no se volver, no puedo
volver, me he quedado aquí, del otro lado, mientras mi traicionero cuerpo, la
carne y sus huesos, están allá, lejos, quietos, solo llega a mí el calor de un
abrazo y el susurro de algunas palabras en tu oído, es mi cuerpo y aún puedo
sentirlo, puedo verlo abandonarme.
Sin más,
me siento a las orillas del río, pues una anima ya no siente, y pensamientos
recorren mi cabeza, nada real, nada vivo, solo son mis ojos y los tuyos, ya
puedo ver a través de ellos, puedo sentir a través de ellos, y siento paz. En
mis ojos, ya es borroso el paisaje, ojos de anima, ojos muertos, solo veo
salidas y un río.
En sus
orillas aún descansa este espectro, y allí mismo un árbol busca abrirse camino
hacia el cielo, lo dejo atravesarme, lo dejo y en él me dejo absorber, soy
nada, soy tierra, ya no he de sentir y este, mi árbol, sus raíces han de beber
del río del olvido, misma agua que me atraviesa y me evapora, ya no soy, pero
algo continúa, he olvidado mis raíces mortales, soy otra cosa, me despido
sabiendo que lo último que has dejado fue un sentimiento de paz. Me despido
pensando, que ya no puedo pensar.
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