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Movimientos,
suaves roces,
nada tienen que ver
con la voluntad
de este cuerpo,
de alguna manera,
parte de esta frágil y precaria carne
se mueve.
Frías manos,
las de un soñador,
el que sueña despierto,
el que vive dormido,
el que vive y espera
día a día
su muerte tan ansiada,
escape de esta prisión a cielo abierto,
en donde la libertad
no es más que una palabra,
una mala palabra,
en esta cruel tierra,
bañada en sangre,
que tantos evitamos ver,
hasta que nos ahogamos en ella.
Pero siempre se cruza la imagen
la que un principio creí,
era un maldito reflejo,
una imagen fantasmal,
luego del roce de mis dedos contra
tu suave piel,
solo pude pensar que
era una cruel broma,
como tu abandono.
Para el asombro de mi tacto,
el asombro de mi mente,
ojos y todos los sentidos,
estabas frente a mí,
esperando no sé qué,
pero tuve el regalo de tu sedosa piel
en mis manos,
fue para mí,
como la última cena del condenado,
luego de eso
solo vi la partida del alma,
la ceniza de la carne, los huesos.
La caída fue interrumpida,
por la música de tu boca,
por tu mano en mi mano,
tus labios en mi boca,
los temblores de la carne,
sentidos confundidos,
que desnuda suena tu voz,
queda atrapada en mi cabeza.
Llegando la obscuridad,
te haces más fuerte,
tu presencia es inmensa,
roces,
pieles fundidas,
deseo,
tristeza
y lejanía,
tiempo, y mis lágrimas arden en mis ojos,
te ríes,
tiempo,
que forma más estúpida de medir nuestros fallos,
tiempo, que cruel,
medirnos linealmente en él,
pues es infinito,
y nosotros, bueno,
absurdamente finitos.
Me has cruzado a la velocidad de un rayo
no me has dado tiempo de darte una palabra,
mis ojos graban tu estela,
solo resta esperar que los tuyos, lo hagan igual,
¿es que me odias tanto?
¿es que mi nacimiento fue tu infierno?
Contigo pude entender,
que la vida da dulces, para hacer un poco más amena la muerte,
un poco menos cruel
el látigo del verdugo tiempo.
Y ahora que ríes,
¿te ríes de mí?
Ahora que reposas en paz,
¿esa paz te la ha dado mi fin?
Eres cruel,
no lo sabía,
la ignorancia es mi fuerte,
y la sabiduría,
como siempre lo he dicho,
llega cuando es inútil.
Llega cuando nos abriga
la madera, y la tierra.
Que puedo decirte
si ya estoy muerto,
nada,
¿has dejado una lágrima?
¿o solo una risa de placer?
Odio.
Lo acepto.
Es una forma de recordar,
quizá,
la más sincera de todas.

http://poesiasoscuras.blogspot.com.ar

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