Caminaba en la cerrada noche, la espesa neblina solo cedía para mostrar el fuego de su cigarrillo, caminaba como siempre lo hacía, junto a las paredes, casi rozándolas, mirando el suelo, como si esperara encontrar algún tesoro, perdido por algún poco afortunado. Rara vez levantaba su mirada, no miraba a nadie a los ojos. Otra pitada a su cigarrillo, ya restan pocos metros, pues sabe de memoria, que terminara ese maldito palito de tabaco justo en la puerta de su destino, la última bocanada y el fin del camino. La noche se cierne aún más sobre su cuerpo, parece como si le costara más trabajo caminar, le pesaba cada paso, cada respiración, cada vez que levantaba su brazo para fumar. Un ruido destroza sus pensamientos y lo sobresalta, a lo lejos y no tanto, ve que alguien se aproxima hacia él, pero le resta importancia, pues nunca levantaba su mirada, y mucho menos le gustaba mirar a la gente directamente a los ojos. La razón? Bueno, quizá usted se ría de esto, pero él po