El
tiempo hace que renueven las hojas
aquellos
frondosos árboles,
el
mismo tiempo que los seca
quiebra
y rompe.
Podría
arrodillarme frente a ti, tiempo,
pero
eres intangible, invisible,
existes
y no.
Solo
te pegas en las cosas,
en
los cuerpos,
y
los consumes
los
secas,
te
alimentas,
masacras.
“¿Porque
a ellos no les devuelves su frondosidad?”
Y
una lejana voz que repica en las cabezas,
responde,
“pues
porque están condenados”
la
verdad, es dolorosa,
pero
es así como aceptamos
venir
a este mundo.
El
juego es complicado
podrás
decirte eso,
una
y otra vez,
pero
no, no,
es
demasiado simple
estúpidamente
simple.
Ven,
come
y bebe de mí,
regocíjate,
cánsate
duerme,
goza.
¿Está
bien así?
Pues
por ti me alegro
cordero.
Ahora…
muere,
te
regalo el movimiento de mi daga
en
ese, tu hermoso cuello,
y
bebo de ti hasta la última gota,
lo
mío, es mío,
aquí,
eres ajeno,
eres
nada,
solo
polvo,
y
a eso volverás.
(Al
leer las palabras arriba expuestas, la persona que lo cuestionaba, ha dejado de
hacerlo. Solo cree en lo que ha leído, y entiende lo estúpido y cruel del juego.)
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