I
Arrastrándose, rogando, lamentándose, viajaba así la
vieja alma de una persona desamparada.
Un alguien abandonado por completo, nada sobre sus
hombros, vacio por dentro, destrozado por fuera, un corazón corroído, y su
alma, pues, en la cuerda floja.
Su mente castigada, comprometida, entregada a las manos
de la locura.
Se arrastra, murmura, parece un canto. ¡Sí!, ¡lo es!, ¡es
un canto!
II
"¿Seré recordado en algún corazón? ¿Habrá pena
cuando vean mi cabeza besando este sucio suelo? ¿Me extrañaras? ¿Habrá un lugar
para mí en tu fuente de recuerdos cuando haya desparecido? Dime, grítalo, aquí
en mi oído, ya que sordo, pronto he de quedar."
III
No hay retorno, para este insano personaje, no, jamás
volver, jamás ver la luz, la brillante noche.
¿Derramaras una lágrima en la seca tierra, cuando sepas
que nadie me guardara un espacio para recordarme? He pasado por aquí, y no hay
marca. Solo aire, solo estática.
IV
Aunque algunos conozcan su horrible final, esa larga
carretera que todos habrán de caminar alguna vez, en donde solo se ve dolor,
sufrimiento, propio y ajeno. En donde el dolor solo desencadena aún más y
profundo dolor. Sanar, significa perder, sanar significa que una parte ha
muerto.
Lo recorrido, no ha dejado nada, las huellas fueron
devoradas por el famélico viento. Nada para ellos, nada para él.
V
Y en una habitación vacía, lúgubre, ni siquiera el sol
asoma por la ventana, flores secas, y su aroma que ambienta este adiós.
Espaldas de quienes creíste te acompañarían, eso te
dejaran ver.
Solo, arrastrándote, dejaras este inútil lugar.
Una marca, una que nadie vera, será todo lo que has
dejado. La marca de tu lágrima al caer. Solo eso, nada más. Y el feroz viento
se aproxima. Y la amada noche de ti se despide. La estrella que admirabas, aun
brilla.
El canto que entonabas, desafina, y se quiebra.
El viento, ya no espera.
E.I.
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