No es injusto que la noche
que siempre sienta bien
no encuentre en su seno
esas almas, esos cuerpos
que mezclados en el tiempo
en los terremotos de la vida
se alinean para encontrarse.
Puede serlo, lo es,
choques, roces,
palabras que ahogan
excusas que ya no alcanzan,
y la noche desespera
y ya no puede esperar
pues el tajante rayo de sol
viene a azotar la tranquilidad
del manto de estrellas.
Sabia ere tú,
bella noche,
adornada por tus estrellas
y tu gran ojo que todo ve
que tanto brilla
sobre nosotros,
estrellas que luego apagas
a tu antojo,
nos marcas el tiempo
ese movimiento imposible de detener
incluso en tu reino
que parece tan quieto, tan calmo,
y otra vez la luz.
Más como el ave,
renaces,
y vuelves a azuzarnos
mueves la tierra
para que solo queden
las dos piedras de oro formadas
y una mano las tome
y en el nocturno fuego,
las funda,
por fin y para siempre,
juntas.
E.I.
poesiasoscuras.blogspot.com.ar
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