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Tus cuervos

I
La carne pide, lo que la mente exige, la carne desea lo que los ojos ven.
Lo que tocas, lo deseas, lo que roza tu cuerpo debería ser parte de él.
Todo lo que ves desencadena diferentes sensaciones.
Sin embargo, no siempre todo lo que ante uno se expone, puede o debería obtenerse,
pienso que nada, nadie, puede pertenecerme, ser parte de mí. Cuidado, solo hablo por mí, esta boca habla solo para mí.
Jamás pondría palabras ajenas en mis oraciones, en mis estúpidos razonamientos, los cuales, recito en voz alta, cometiendo una y otra vez, el mismo error, el tropezar tantas veces con la misma piedra, esos pensamientos deberían quedarse allí donde son engendrados, en mi cabeza.
Tanto, no llena mi cuerpo, ni satisface mis pensamientos, mi mente está en blanco, el cuerpo siempre famélico.

Lo que satisface, lo que completaba, ya no ES, ya no está aquí para provocarme, para darle algún sentido, a toda esta historia de seguir vivo, de seguir consumiendo el aire, de abrir los ojos cada mañana (o cada noche) y llenarlos de los colores que se ofrecen a pintar mis blancos pensamientos, o decolorar todo lo que es negro.

A veces, y cada vez más seguido, me alimento solo de sueños, ya sea este despierto o dormido, el exceso de sueños me mantiene en pie, si, esas pocas horas que quizá me veas de pie. Horas que sumadas dan muchos días, meses, años, y el lento desangrado continua, siempre constante, siento como me voy transformando en un ser, vacío.
El sentido, el supuestamente firme y obtenido al nacer, sentido de la vida, EN, la vida, ¿dónde se ha ido?,  pues no lo sé, ya que insisto en que jamás tuve uno, o jamás he notado en mí, el sentido, ese que todos parecen tener.
¿Alguien lo ha robado?, ¿está por allí escondido, jugando?

El sabor, el frio, el calor, el roce de esa piel. Suave piel, tibia, en tu cuerpo vivo, en tu cuerpo que me daba sed, me daba hambre, un hambre voraz. El tibio hilo de sangre cayendo entre nuestros entrelazados labios, mi sangre, recorriendo todo tu cuerpo, hasta llegar al descanso del frio piso.
Tu piel, mi sangre. Nunca, no miento al decir esto, nunca, me plantee en esos momentos, que para vivir, era necesario un “sentido”. Podía vivir sin sentido, e incluso, sin pensar.

II

Solo sueños, sé que es un engaño, se lo que son, es el desvío de la realidad, la rama del árbol. Estiro mis brazos y te alejas más, cada vez más.
Me embriago de ellos, y el despertar es tan profundamente doloroso, penoso, tanto así que en ocasiones, elijo no ver el sol, esquivarle a la luz, es complicado, pero siempre cuento con una manta y el frio piso debajo de mi cama, allí donde se esconden los monstruos y los fantasmas. Ellos también escapan de la luz.
Dejo mis ojos cerrados, para evitar que la luz me toque los ojos, y también para no asustarme por mis temores allí abajo, intento apagar todos los sentidos, no sentir, tarea complicada, pero no imposible.
¿Y dónde estoy?, ¿hacia dónde iré hoy?
Luego, siento tu mano en mi pie, lo cual me lleva a saber que no he tenido éxito con eso de apagar mis sentidos. Siento tu fría mano. Te conozco y se lo que quieres.
Yo, vacío.
Yo, hueco.
Yo, insaciable.
Sin aliento, famélico y sediento, de igual manera, así me tomas, y me llevas.
Gritando pregunto quién te crees que eres para arrancarme de esa manera, para meterte así en mi lugar, mi no lugar, jamás pides permiso. Juegas con recuerdos y luego los borras, me tientas y cuando me muevo, nada hay.

Ya mis conversaciones carecen de todo sentido, contenido, pues claro, estoy en blanco, mis ojos cerrados y no tengo colores, no tengo imágenes.
Abro apenas mis ojos, y solo te veo a ti, de blanco, algunos grises por allí, pero todo es blanco.
Me arrojas, luego a tus cuervos, que manchan la espesa blancura con ese negro brillante de sus plumas, me arrojas y observas. Se alimentan, por supuesto, de mis ojos.
No era parte de tu cometido, pero no te habías dado cuenta, de que el dolor infringido por tus aves, me recordaron que aun andaba por aquí, que aún me quedaba algo por hacer, quizá sean estas líneas, o esa carta jamás enviada y escondida por allí, o dejar en el aire ese grito que tanto he ahogado, dejarlo que explote en el aire y que lo escuche quien deba, aunque sea, el oído equivocado, pero sé que no, sé que serás tú.
Era parte de ese alguien.
Nunca quise que mi grito te llegara y tocara tu corazón, luego, bueno, luego fue tarde.
Ahora voy arrastrado por caminos pedregosos, desperdiciando sobre el mi sangre, pero ya no importa.

Basta ya de incoherencias, rompamos el cristal y finalicemos esta historia.
O bien, devuélveme todo, inclusive, a mis muertos y llévate el maldito espejo que en mi lugar has colocado.
Dame la voz para llamar al ángel que se ha ido, dame aire para vivir, un resto más.
Me tienes en tus brazos, eres quien decide, final o continuidad.
Todo será aceptado, sin quejas. Abandonar el dolor físico, y dejar el del alma.

Finaliza la historia, prefiero que me lleves contigo si he de poder elegir, pues ya tu espejo me ha consumido, tu broma me ha agotado, y lo que importaba, ya es de tu propiedad.
Y sé que lo que pido, es imposible de dar, como ves, me he dejado a tu voluntad, tú ya lo sabias, claro. Pero igual me dejabas hablar. Yo lo sabía también, espero ahora, solo poder dormir y nada más, soñar, eternamente soñar.


E.I.

poesiasoscuras.blogspot.com.ar

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