Abandonado
se sentía
mirando el piso
caminaba
acomodando todo su ser,
a lo que seria
eterna soledad.
¿A quién besar
al anochecer,
al amanecer?
¿A quién dejar
sus restos?
¿Quién lo llevaría
a su última morada?
Escondido tras sus pilares,
pilares que nadie podía romper,
se enfrentaba,
y su exterior,
no veía ese hueco que lo consumía.
Más una mirada
penetra sus pilares,
su cuerpo,
y lo incendia.
Se doblega ante ese mirar,
se deja llevar,
su soledad espantada,
escapa.
De tanto en tanto la soledad
juega malas pasadas,
hay luces en el cielo
que ya se han ido,
y hay miradas que solo engañan.
Más vacío que la nada,
ya no camina,
solo se arrastra,
sus ojos, dos negros agujeros,
los ha devorado,
para no ser engañado,
nunca más.
E.I.
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