V
Regresando un poco a la línea de tiempo sin
cambios, recta, planchada, sin ruidos, sin emoción, la realidad en su más puro “ser”.
Volviendo a ese punto, a este punto, comienza
una profunda conversación, pero la misma sucede sin segundas partes, yo, como
segunda parte, no participo, solo escucho, esta conversación extraña sucede
entre él y él.
Pregunta y respuesta, anécdota entre paréntesis,
algún pegajoso e inútil recuerdo del pasado, y no hay espacio para segundas
partes, todo existe en uno, en una misma sentencia, el problema y la solución,
la prueba y el error.
Noche, hora no recuerdo, nuestros estados, eso
tampoco lo recuerdo, y tampoco es algo que importe o que haga que la historia
cambie.
“Lo conocí de muy joven, lo conocí sin querer
conocerlo, a su vez el existía sin quererlo, pero aquí estaba el, estaba yo,
negando lo que era y no podía ser cambiado, al menos sin tomar medidas drásticas.
Como decía, lo conocí, podría decir que sucedió, como sucede un accidente, fue
levantar la mirada y ver el paredón sin poder esquivarlo.
Fue en la calle, tarde de invierno, casi
muriendo para dar paso a la noche, aún más fría, creo que la más fría que
recuerde.
En la calle, un golpe, demasiadas disculpas y
un apretón de manos que no debía estar allí, así fue como lo conocí, como me conoció,
la casualidad, fue que ambos teníamos un mismo libro en nuestras manos, libro
que provoco el encuentro, y finalmente se desata la conversación no pensada. Y quizá
allí, una amistad tampoco planeada.
Compañero de grandes debates literarios, melómanos
ambos, siempre cómodos en la noche, y en esas calles que, si bien no callaban
nunca, permanecían en silencio para dejarnos hablar, siempre la noche es
acompañada de vasos y botellas, siempre una conversación es más profunda cuando
otros sentidos se encienden, y eso lo puede la noche y el ambiente que en ella
se genera.
Pasaron, no sé, años, o meses que no completan
el año, no podría asegurarlo en realidad, el tiempo, las fechas, son cosas que
trato de tomarlas no tan en serio, pues de lo contrario no podría dar un paso más,
aunque el tiempo, sí que nos toma en serio, a todos nosotros.
Entonces, mejor dejemos las marcas atrás y
olvidemos eso de tachar nuestros almanaques.
Era una persona, bastante extraña, incluso
para mí, que ya había sido catalogado por el entorno en que camino, como
alguien ‘extraño’, pero bueno, uno puede serlo o no, depende desde que lado y ángulo
se mire, locos o cuerdos, quien es quien en realidad.
Desde aún más joven, sintió el miedo en su
espalda, supo que su nacimiento, había sido, por supuesto un accidente, siempre
tuvo el sentimiento de que él, no debería estar aquí, todo lo veía desde
afuera, nada lo hacía sentir que perteneciera a este mundo, a este lugar, a esta
vida.
Siempre mirando todo, aun lo que le pertenecía
por derecho, o por dinero, como ajena, un ser dormido, sin sentidos, sin nada,
excepto ese miedo, miedo a una muerte dolorosa.
Entonces, a través de su miedo, ideo una forma
de defenderse de esa muerte tan temida, siempre creyó que la mejor forma de darle
muerte sería envenenándolo de poco, entonces, comenzó a probar día tras día,
noche tras noche, un poco de cada veneno, solo logrando enfermarse por un par
de días, y luego volver a salir y probar otro y otro y otro, hasta que su
cuerpo, pudiera tolerar cualquiera de estos venenos conocidos, el veneno ya corría
por sus venas, eran parte de él, incluso tuvo todos los excesos que su cuerpo y
mente podían soportar.
La explicación, razonable para mí, fue que
solo viva en sus lecturas, en sus libros y en lo que el escribía, era su mundo,
allí no era ajeno a nadie, los protagonistas, le hablaban, esas páginas le
hablaban, y sus escritos, lo tomaban, en muchas ocasiones como principal
protagonista, allí, en esas líneas, conoció todos los venenos que el mismo
probo, gota a gota, y aumentando las dosis, también supo de todos los excesos a
los que expuso su mente, su cuerpo. Fue un auto flagelo, en vez de usar un látigo
para castigarse, recorrió cada una de las muertes de sus libros, y busco la
forma de evitarlas, pues se sentía como todos esos muertos en papel, muertos en
las palmas de su mano, con el poder de volver atrás una página y volverlo a la
vida, abandonar la historia y nunca su protagonista moriría, sería algo así,
como inmortal, pero no, él no podía ser quien abandonara la historia, el leyó de
palmo a palmo cada libro, y vivió y murió con ellos.
El problema, dijo, que al haber probado todo,
al haber dejado todo, ya nada lo asombraba, o lo hacía sentirse fuera de sí,
incluso ya, el miedo a la muerte dolorosa, no lo hacía temblar. Ya se sentía demasiado
cansado de estar excluido de esta vida, y ahora, pero, pues su miedo, lo había llevado
tantas veces al borde de la muerte verdadera, que ya nada, podía sacudirlo, ya
nada podía emocionarlo.
El tiempo, para ambos, paso, pero parece no
igual, no me preguntes, el tiempo es caprichoso, al igual que todo en esta vida,
que se nos tira, como hueso a un perro.
Como te decía, el tiempo, se arrastró, corrió,
y lo atrapo indefenso, en una de sus tantas lecturas, el libro cayó en mis
manos luego de que sus cosas, fueran donadas en su totalidad, pues no había persona
cercana a él, había sido muy minucioso en ello, había borrado todo rastro de su
existencia, hacia años, que no existía como persona, elimino todo pariente,
amigo y conocido, se extravió en su mundo y allí, se quedó, y allí pereció, o renació,
en lo que a mí respecta, jamás se fue, solo renació, tuvo su vida, su dolor al
nacer, de verdad esta vez.
El libro estaba en mis manos, con sangre seca
en sus páginas, las ultimas que lo vieron en esa otra cosa llamada por el ‘no
vida’, allí estaba, su final, su comienzo, escrito en letras resaltadas.
Por un momento reí, pues recordé sus miedos a
la muerte por envenenamiento, que él creía tan dolorosa, y todo lo que hizo por
poder evitarla, hasta el punto en que respirar ya no le era grato, me he reído,
ya no lo hago. Pues estoy leyendo su comienzo, y puedo ver su noche, y la mano
de una extraña amante, una amante, que paginas atrás se definía como bipolar,
una mano dócil, piel suave, perfumada, incluso yo al leer esas líneas imagine
la situación y cerré los ojos, y fue allí, cuando sentí el comienzo, frio en mi
cuello y luego el fuego descendiendo por mi cuerpo hasta llegar al piso, si,
tanto miedo al veneno, y el veneno fue esa mujer, ese amor bipolar, ese
cuchillo dibujando en su cuello la marca de su nacimiento. Allí termina la
historia de unos de mis mejores…amigos.
Aun lo veo, y lo leo. Por allí debe andar,
saltando de libro en libro, escapando a los venenos, e ignorando que algo más
simple terminara su historia.
Guardo el libro, guardo mis pensamientos y
entre sus otros amigos lo coloco, para que entre ellos se pierda. Y no pueda
yo, encontrarlo, y finalizarlo.”
E.I.
poesiasoscuras.blogspot.com.ar
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