Eres realmente maldita,
los látigos de fuego
han marcado tu destino,
haces que de mi
se diga
soy un santo.
Y tú eres la que dice
que el mismísimo diablo
ha tocado mi hombro,
pero el error te consumirá,
eras tú,
quien se apoyaba en mi hombro,
fuiste tú quien
convirtió en cenizas
el bosque de la ilusión.
Tu,
demoniaca mujer,
tu,
ya no hay dolor,
ni siquiera pena,
solo cenizas
mecidas por el viento.
E.I.
poesiasoscuras.blogspot.com.ar
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