Por la orilla,
dejando las dunas atrás,
subiendo y resbalando por otras,
mirando de cuando en cuando hacia atrás,
una bofetada del viento
con sus manos llenas de arena
directo a mis ojos,
una forma de gritar,
que mire hacia adelante,
olvidar lo que se deja atrás.
Golpea el viento también
si uno mira hacia al futuro,
y golpea duro,
solo deseo ver los errores
para no cometerlos jamás.
El agua helada toca mis pies,
los deja sucios,
muertos,
feos,
los miro un rato y no me importa,
pueden moverse igual,
la arena se hunde bajo mis pies,
se cree esta orilla que estoy muriendo
y quiere enterrarme aquí.
Las aves ya sobrevuelan mi cabeza,
pero yo no he perecido aún,
ni lo hare todavía,
no aquí en el mar,
no aquí en esta orilla,
camino alejándome hacia las montañas,
allí donde los bosques se amigan y crecen,
ese es mi destino,
no el agua y esta asquerosa resaca.
Busco las montañas,
y en ellas los bosques amigos,
busco su obscuridad
su manto
su paz,
y que a mis pies los acaricien las raíces
de estos añejos árboles,
ya que bien saben ellos de luz y obscuridad.
Son ellos los verdaderos sabios,
los conozco,
me conocen,
saben de mi obscuridad y de lo que hoy me deshace,
tanto así
que sus raíces ya me abrazan,
lejos, muy lejos, puede verse un tímido sol,
aquí en mis ojos
la eterna noche del bosque,
me llevan al profundo sueño,
me enredo,
y duermo.
E.I.
poesiasoscuras.blogspot.com.ar
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