Nada es como lo
ves,
cuando las llamas
evaporan
las pequeñas nubes
sobre tu cabeza,
todo es una broma,
una, de mal gusto,
las atrocidades le
causan gracia,
de su boca se
resbalan trozos
de algo que fue
musculo vital,
carcajadas se
escapan,
yacen cuerpos
desparramados
por todo el
desierto de tu amor,
vasto y mortal
desierto,
alienados,
perfección, maldición,
en tronos de
cadenas y huesos,
almohadones de
podrida carne,
almas, escarabajos,
pequeños demonios,
hasta Abbadón que
anidaba por ahí,
escapa, pateando
huesos, lleno de ira,
pues has robado su
cueva,
ya no quieren
permanecer allí,
pues saben, son
inmortales,
pero, si los besas,
el desierto los
reclamara,
la broma ya no es broma,
y esos cuerpos
desagradables y perecederos
giran en el viento
de tu desierto,
gritas, llamando carne
virgen,
otra vez ataca el
hambre,
otra vez, la sed,
y se, que es mi
jaula,
la siguiente en
abrirse,
pensé rápidamente
en el principio del fin,
antes de nacer,
nadie quien me salve,
pero ya he sido
expulsado a la luz,
entonces,
ante, estos, mis
pensamientos,
la obscuridad
hablo,
y dijo: “no
deberías amar las formas que toman los demonios,
yo, en mi obscuro
seno, la he visto cambiar,
yo, cuando en mis
brazos te acunaba, te lo he susurrado,
has dejado caer el
manto del engaño sobre ti,
no llorare por ti,
nadie lo hará, me despido, adios.”
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