Veras
en la noche más
profunda
ríos formados
por lágrimas
de los
condenados, los olvidados,
los que a
nosotros se parecen,
veras,
en esas obscuras
fauces,
esas que
arrancan tus brazos,
lo valioso que
resulta el aire.
Veras
entre suspiros,
los últimos ya,
la imagen,
de quien corto
sus manos
devoro sus ojos
y fundió su
corazón en los ríos de lava,
síguelo,
pues su camino
debes repetir,
el del
abandonado.
Mientras tanto,
bajo cada sol,
cada luna,
solo ves los
resplandores
de los puñales,
vestidos de
sangre,
cuidados,
brillantes, amados,
seda para
limpiar sus bordes.
Ellos duermen
sobre fuego,
tú no puedes
dormir,
corres
y siempre,
detrás de ti
están,
allí, durmiendo,
en el fuego.
Y te ahogas,
en tu realidad,
en tu sueño,
en esos ríos,
lágrimas y lava.
Tu mirada,
abraza el
horizonte,
inventa un final
alguno que te mantenga
cómodo,
sin dolor,
mientras sueñas,
el fuego se
arrastra y sube por tus pies,
y mientras tu
piel desaparece,
recuerdas como renacías,
cuando tu piel
se mezclaba
con la piel de
quien te abandono.
Bajas tus brazos
dejas que el fuego
domine,
recuerdas el
placer
mientras el
intangible dolor
consume,
dejas tu lágrima
para el rio,
dejas que los
recuerdos se esfumen,
pues se han
llevado su cuerpo,
sus lágrimas, su
dolor,
y todo ese
horizonte
es ceniza ya.
E.I.
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