Retírense
ustedes que golpean mi lapida
retírense
vuelvan a sus cuevas
donde la obscuridad
y el temor
es todo lo que conocen.
Dejen mi piedra,
inmaculada,
aléjense con sus ideas
de blanca memoria
de inútil impoluta alma.
Reptaron por su vida
arrastrando al ingenuo
arrastrando al inocente,
déjame, deja lo que soy,
seré y quién sabe si existe después.
Si,
reptamos por esta amarga
e inútil vida,
solo instantes,
instantes, que parecen eternos.
Al llegar,
todo es lejano,
porque ustedes se ocultan,
luego la inmortalidad
se convierte en el más frágil cristal
que ni siquiera sabias que existe.
Reptando,
instantes de felicidad
o algo similar,
instantes,
entonces,
que es algún pecado
para darle algo de sabor
a la amarga caminata,
al amargo sabor de la tierra.
Un pequeño escape,
una mancha en el alma,
una memoria no tan blanca,
eso hace que lo amargo,
sepa un poco más dulce,
un poco más vivo,
un poco,
que sea suficiente.
Que se vea
la miel
de la libertad derramándose en mi boca.
Déjenme,
aléjense,
muerto nacido,
muerto viviendo,
cuando lleguen a buscarme
será tarde,
y estaré riendo,
relamiendo mi boca,
saboreando algo
que ustedes, malditos reptantes
no conocen.
Sé que arrancaron
algo mío,
el engaño les fue fructífero
sin esa parte me han dejado,
por eso me arrastro,
por eso derramo una lágrima
cada día, cada noche,
por eso he mandado a construir esta casa,
la que me oculta de su vista,
del recuerdo que me consume
y devora hasta los huesos.
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