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En los interminables sueños, donde parecía que nada podía suceder, donde el temor desaparecía con el solo acto de abrir los ojos. Pero siempre aun cuando el sueño se tornaba pesadilla, mantenía el control, el Dios de su universo personal. Todo lo dominaba.

Hasta aquel día que vencido por cansancio, se recostó en su sillón, cerro sus ojos y en un instante se sumergió en un mundo de completas pesadillas.
Creía dormir, mas estaba despierto. Creía soñar, pero era real.
Sentía como su cuerpo se desprendía de él, no mantenía ya ningún control. Luchaba por abrir sus ojos, pero algo volvía a cerrarlos.
Intentaba mover sus brazos y dar el impulso necesario para caer al piso, pero no lograba ni siquiera mover uno de sus dedos.
La sensación del terror ya estaba consumiendo su cordura, su cuerpo era temblor, lo sentía, se sentía como caer en un gran precipicio, pero de a partes. Una forma de hacer más profundo su terror, su dolor. No terminaba en un instante, no, era algo lento y maquiavélico.
Creía, que no terminaría nunca esa sensación de caída, esa sensación de la nada interminable.
Todo es sombras, mas sus ojos no están cerrados, no entiende.
Su respiración grita, agoniza, el corazón se desprende de su pecho, su cabeza se destroza; sin piedad, la locura avanza y todo lo destruye a su paso.

Comentarios

The tear dijo…
tu relato me parece muy familiar, quizás viví algo así alguna vez...

gracias por entenderme con tan pocas palabras

besos

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