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Viejas voces,
ajadas, lejanas, frías.
Aquellas, las de fantasmas pasados,
las que ignorabas,
fantasmas que son presente.
Esos que, hasta tú casa de tierra te acompañaran.

Locura, era lo que pensabas,
al borde, a punto de caer en aquel negro agujero
ese, al que llaman locura.
No, esas voces, son tuyas, te siguen,
aconsejan a veces, te destruyen otras.

Oídos sordos, solo por temor,
a la verdad, a la mentira,
a lo que sucede en realidad,
allí, frente a tus ojos,
sobre tus narices.

No eres nada, sin ellas,
y aun así les ignoras,
más fuertes en la noche,
cuando la estupidez duerme,
cuando despiertan los poetas, las musas,
las ánimas salen de sus tumbas,
gimen, lloran y golpean, ante tanta ignorancia,
ante tanta destrucción, tristes vuelven sus camas de barro.

Te ocultas de la noche,
pero estas a salvo en ella,
te acompañan tus fantasmas,
te cuidan, te guían,
y aun así, sigues ignorándolos.

En aquella mañana,
helada y obscura, notas algo,
descubres que algo se ha callado.
Te han abandonado, el pasado, el presente y tu futuro.
Las voces se han ido, en soledad, te paseas,
sin tus ropas en la fría mañana, y ves,
que todo es desolación.

Ahora que lo entiendes,
que lo sientes en tu carne,
sabes que amabas aquellas voces,
pero tu ignorancia las ha ocultado para siempre.
Cae la noche, ya no tienes a tus guardianes,
la tierra tiene tu nombre,
sus dueños vendrán por ti.
Y te irás, en silencio.
En silencio.

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