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Demonios


Volviste y una seda cubría tu cuerpo

brillante blanco
suave tan suave entre mis manos
el cálido viento levantaba de este infecto suelo tus bellos pies
llegaste
rozaste mi rostro
yo me deshice frente a tus ojos
me levantaste y moldeaste de nuevo,
prometías ser el calor que reconforta
la fresca sombra en el agobiante verano.

Luego te di mi espalda
error, gran error,
confundido y aturdido por la presencia
todas mis defensas me abandonaron,
las llamas consumieron el cielo sobre mi
los animales se destrozan porque si
y esta tierra comienza a arder,
vuelvo sobre mi
y veo la verdadera forma.

Te abrazas a los demonios
las llamas te hacen el amor
te abrazan, te poseen
ya no tienes alma,
solo eres llama sobre llama,
chupando las almas
secando corazones,
de mi pecho arrancas el instrumento de vida
fuego en tu mano, lo devoras,
y escupes las sobras,
mi alma se mezcla en el fuego,
mi pobre alma,
vacío y sin lagrimas
los ángeles escapan,
pregunto cuando acabara,
“¡nunca!” dices y ríes,
el dolor será infinito,
eternidad, su inmensidad,
será demasiado pequeña para tu dolor.


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  Como ha de ser posible que la cumbre del dolor no sea física, la carne se desvanece en el abre y cierra de una estrella moribunda.   Si recorres este tramo final junto a mí, podría decirte, pequeña noche, que te extraño, pero no he sido tocado por ese tipo de sentimiento o sensación, lo que siento es dolor, en otra dimensión de este cuerpo, de esta cabeza que dirige.   Atrás quedaron los días en que mi cuerpo vencía furiosos ríos, caídas en rocosas montañas, atrás quedaron, porque me los has robado, solo me queda la ceniza de algo, y la nada, soy tan ignorante que no me queda nada.   Te rodeo para ver lo pálido de tus ojos sin vida, descubro, que tienes dos espaldas para darme, el sabor amargo no se va, todo es normal, normal, estos Domingos de caída infinita, vacíos que jamás serán llenados.   Escapar no es una opción, dormir, quizá, solo si marcas una cruz en mi frente, solo si incendias el lecho, solo si el viento sopla,

Reloj

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