Recuerdo fugaz de aquellas llamas que alguna vez me rescataron de un asolador invierno, cuando ya solo creía que la desolación y un frio vivir era todo lo que existía. Llamas que se han extinguido, olvide su lento proceso, el que yo había iniciado, mi mente vagaba por otros mundos, y mi cuerpo, casi sin vida, allí, entre brazos que iban escapándose sigilosamente. Encerrado, mis ojos no desean abrirse hoy, descansan en la obscuridad, tus brazos han escapado, el castigo es claro y el frio se cierne sobre mi otra vez. Una prisión, construida por mi egoísmo, una realidad que me aprisiona, un mundo en mi mente que me libera, abro un instante mis ojos, no ven nada más que espacios en blanco, que dañan, que muestran la irrefutable verdad, escucho a lo lejos una palabra, un puñal. Habitaciones vacías, sueños que se desvanecen en un interminable blanco, mientras me encuentro solo aquí, ya no hay fuego, me ahogo en un f...
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Por
Esteban Iacomelli
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No veras, en siglos, la realidad, si te humedeces solo de joyas y tapices, jamás entenderás el aura que viste a los poetas, si te ríes de su rimas, si no se reflejan en tus espejos. No eres capaz de distinguir entre la noche y el bello día, si lo que a ti te define son tus pertenencias, los cortes de seda, no definen un pensamiento, diamantes por dientes, no forman un poema. Castillos derramados en la faz de la tierra no dicen nada de ti. Nada de eso me define. Mis ropas no son mi ser, en mis manos no tengo nada que explique mis ideas, mis sueños, ni siquiera esta piel, esta carne, esta pila de huesos. Nada, de todo aquello, nada , puede dar forma a mis sueños, a mis ideas, a aquellas rimas que desparramo en viejos papeles, nada define quien soy, excepto aquello que no puedes ver, ni tocar. No eres libre, quizá no sea este tu pesar, tu ilusión de la libertad es más grande que la realidad de tu prisión, en mi prisión, aun en ella, soy libre, no soy esas paredes, ni aquella comida...
Angeles caidos
Por
Esteban Iacomelli
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Ángeles caídos, las alas que de sus espaldas se erigían imponentes, solo son, ahora, cenizas, y ramas hacinadas, el fuego, la metamorfosis, el ángel, ahora, demonio. Azotando con tu voz, lo inútil de su caída, la caída fue por ti, “las mentes, de ustedes, carne sin alma, son frágiles”, replica el caído ángel. El látigo lacera su espalada que antes albergara esas alas de hierro, perecerás a causa de tus ideas, las consecuencias, están en marcha. No más fieles a tu guardia, has fallado. “Tú has desviado tu camino” el ángel grita, entre sangre y dolor. El tiempo otorgado está contando tus últimos granos de arena, desgarraremos lo que tú llamas el maldito milagro de vivir. Serán, seremos los nuevos malditos. Era parte del azul, gritaba el excremento celestial, ahora soy fuego, y maldad, la contagiada por esta tierra infecta, putrefacta. Mi bandera es la muerte, la tuya, será...
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