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Lazos invisibles,
lagrimas que no escapan de estos aterrados ojos,
voces en la profundidad de interminables noches,
ahogado en tentaciones nocturnas,
la  mente que engaña sin piedad,
un cuerpo inútil que obedece.

Voces que aun gritan el nombre,
encerrado bajo tierra, siguen llamando.
No recuerdas ese día,
el de cuando llevaste tu cuna hacia la tumba.
Cuando las manos ya no reciben el suave placer del tacto.

Perdido en las tormentas de la demencia,
una desolación imposible de plasmar en finitas palabras.
Un vocabulario tan seco, como las caricias de la muerte en tu cara.
La cuna, que te ha sostenido, a su lado tu cama de sueño eterno.

El control se ha perdido,
el frio es solo lo que has de sentir.
Mirando desde lejos, un cercano destino.
Extrañaras todo esto cuando seas llamado a dormir?
O será un suspiro prolongado de satisfacción.

Cuando solo dolor es lo que puedes sentir,
las reglas cambian, si lo que deseas es seguir.
No busques las ramas del amor para posarte,
se quebraran al verte llegar.
Solo resta seguir.

Llegan hasta el lugar que creías tu salvación,
solo les toma tiempo,
y es el que a ti te quitan,
y siguen llamando, es tu nombre en sus voces volando.
Llueve, quizá, por última vez.
Luces tenues que confunden el mirar,
los rostros no son amables, aterrado, escapar.

Voces, lluvia, nocturna en su trono,
respirar es una eternidad,
caminar es no moverse,
por siempre enmudecer, jamás esparcir lo que un loco ha de pensar.
Deja la cuna vacía, extiende tus manos y encierra tu cuerpo aquí.
En el lugar que te han indicado las voces de tu cabeza.
Y suspira.




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