Heridas en la tierra,
cicatrices eternas,
ocultas bajo malezas,
bajo verde y cuidado césped,
quizá, solo a merced del viento.

Puertas rechinando
al abrirse de par en par,
entradas o salidas,
es igual.

Ignorando y maldiciendo tu estadía,
así pasabas los días,
la existencia que tanto hiere,
el saber del ser que te llevo al desprecio
a la parte obscura de la vida.

Recorriendo rincones olvidados,
nublaste tu pensamiento,
escondiéndote del sol,
el ermitaño más extraño,
rodeado de personas vas,
no las ves, no las sientes,
y derramas sangre por quien ya se fue.

Ahora,
el sol es quien ha decidido ignorarte,
la vida solo te da la espalda,
la tierra se abre para ti,
una cicatriz más,
para ti.
Solo para ti.

De un momento a otro,
solo serás alimento de gusanos,
mientras tanto, aun rechinan puertas,
fuego o paz,
vagar eternamente,
deliberando por tu alma están.

Que hacer contigo,
que hacer,
quizá, el mejor castigo,
sea el dejarte vagando terrenalmente,
sintiendo el desprecio del sol, día a día,
el abandono día a día.
Dejar más fuerte que nunca
el recuerdo de quien te elevo,
y se marcho
para dejarte caer y deshacerte en mil pedazos,
solo, allí, secándote de lágrimas.
Solo, con tu recuerdo
apuñalándote una y otra vez.
Solo.

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