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Resalta la infértil imagen de un sol,
uno que nos abraza y asfixia.
Recurrentes imágenes de la muerte
en distintos trajes, en diferentes disfraces,
en jóvenes cuerpos, en viejas historias.

Bajo mantos de recuerdos de otras vidas,
se descifra el momento adecuado del final.
Escuchando ajenas y lejanas voces,
las harás tuyas y comenzaras a hablar.
Leyendo viejas fabulas y aquellos amarillentos escritos,
entre líneas encontraras tu historia.

Todo resume en una pequeña gota de rocío,
en una gota de roja sangre,
en un frio invierno, y tu piel entregada a su castigo.
Renuevas tus lecturas, escuchas otras voces, recorres otras vidas.
Desesperadamente, buscando cambiar este final.

En esa búsqueda, no encuentras otro camino,
siempre el mismo que transitas,
quizá otros colores, otras mañanas,
pero el frio del invierno cortara tus venas.

En cada gota se escribirá tu historia,
en cada lágrima se escribirá tu dolor,
en tu cuerpo desplomado se verá el final
tal y como lo escribiste.
Caerá tu pluma, caerá tu puñal.

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  Como ha de ser posible que la cumbre del dolor no sea física, la carne se desvanece en el abre y cierra de una estrella moribunda.   Si recorres este tramo final junto a mí, podría decirte, pequeña noche, que te extraño, pero no he sido tocado por ese tipo de sentimiento o sensación, lo que siento es dolor, en otra dimensión de este cuerpo, de esta cabeza que dirige.   Atrás quedaron los días en que mi cuerpo vencía furiosos ríos, caídas en rocosas montañas, atrás quedaron, porque me los has robado, solo me queda la ceniza de algo, y la nada, soy tan ignorante que no me queda nada.   Te rodeo para ver lo pálido de tus ojos sin vida, descubro, que tienes dos espaldas para darme, el sabor amargo no se va, todo es normal, normal, estos Domingos de caída infinita, vacíos que jamás serán llenados.   Escapar no es una opción, dormir, quizá, solo si marcas una cruz en mi frente, solo si incendias el lecho, solo si el viento sopla,

Reloj

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