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Has escuchado,
o quizá,
solo fue la inesperada casualidad.

Has escuchado,
y has dejado en aquellos rostros
lágrimas de felicidad,
el ahogo de las buenas nuevas.

La noche, se retira en pocos pasos más,
la despedida no acaba,
un adiós, con deseos de un nuevo encuentro,
un espacio vacío
y un silencio víctima de la palabra.

Recuerdos se dibujan en tristes paredes,
ventanas que no muestran el cielo,
asomo de una pequeña anécdota,
risas forzadas, apagadas por el ahogo del llanto.

La luz se aleja un poco más,
luces frías vuelven para engañar la vista,
los brebajes se suceden uno tras otro,
las palabras se mezclan, nada dicen.

Un frio espacio,
guardado entre metales y golpeadas paredes,
un frio espacio, que se deja ver,
las palabras que se esperan,
saldrán de allí.

Asomo, casi tímido,
de un interlocutor, agotado, semidormido,
avalancha de cuerpos,
solo detenidos por la palabra.

Risas, verdaderas,
llantos, de alegría,
el ahogo de tanta felicidad,
el sosiego que quiebra las piernas.

Has escuchado,
has tocado con tu mano
a aquellos que han de ser tocados.
Has vuelto a levantar tu cabeza,
para este indigno ser,
que se inclina ante ti,
ante tu imagen, rogando.

Rogando,
ofreciendo una vida,
por otra.
Dejando de lado todas aquellas certezas
ofrecidas por seres idóneos y terrestres.
Dejándolo todo, por una palabra,
que jamás llegaremos a escuchar.
Has oído. Has actuado.

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