El primer error es el que nos condena,
donde se encuentra la nobleza cuando destierras tu sangre,
bajo las penumbras, repites una y otra vez,
“dadme los culpables, dejad que esta mano exprima su alma.”

Donde habrá paz?
Quizá, donde la confusión y el caos gobiernen?
Preguntas, preguntas.
Respuestas, en inmensas y podridas lapidas.

Entre la nada,
lapidas, irreconocibles,
ilegibles, sangran, sangran y sangran.
Has visto aquel rio? No es agua lo que lleva.

El final ha comenzado,
centurias detrás de tu encorvada espalda,
fluye, se alimenta, y crece.
Todo será absorbido.

Entre paraísos y mentiras,
juegos y verdades.
Dolores y placeres efímeros,
nos enterramos con nuestras manos.

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