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Mas ángeles verdes en copas de piedra,
cualquiera sea el destino,
cualquiera el lugar,
donde aquellos cansados ojos posen su mirar,
estarás tu.

Entre lagrimas, no.
Entre remordimientos ocultos, quizá.
Lo que fue y nunca ha sido real,
la añoranza de ver de cerca aquellos ojos.
El deseo de darles vida a estas torpes manos
con el solo acto de rozar tu piel.

Vida para el moribundo,
poseías esa magia.
El dolor no se ve,
solo lo lejano de tu cuerpo.

Tu mente, tu aura, todo se ha ido.
Como siempre sucede con los sentimientos,
nos traicionaran,
serán arrancados dejando estelas de sangre en el viento.

Que la verdad siempre espera,
oculta, agazapada detrás de alguna roca en este desierto,
este árido paisaje.
Que esa verdad y ese sentir esperaran por siglos.
Siglos.

Quizá esperen en vano,
ya habremos vertido nuestra vida entre las montañas,
nuestras cenizas no se habrán mezclado.
Cuando vea tu estela dorada,
perderé mis alas y caeré infinitamente.

El maldito infierno de la repetición,
la angustia de nunca rozar esa piel,
así, durante toda la eternidad.

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