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En cada lluvia,
la tristeza del inalcanzable cielo,
cae con fuerza sobre los cuerpos
que se pasean.
Todo lo ahoga con sus penas,
calma el dolor de los desventurados,
sacia a los sedientos.

La inmensidad de un cielo,
tan gris, tan apagado, tan confuso
que atrapa cualquier mirada.
Frías gotas lavando los rostros,
cada golpe es un recuerdo,
de que aun respiran.
De que algo resta por hacer,
de que existe alguien que espera.

Días obscuros, fríos,
para ciertas almas
estos son los días de primavera,
en ellos salen a mezclarse con sus pesares,
una sonrisa es desgarrada de sus rostros,
es el cielo, sus lagrimas, que los tocan.
Sonrisa que agradece,
el aun estar de pie.

Esos días,
por tantos aborrecidos,
descartados al olvido,
esos días,
esos mismos días,
tan amados, tan recordados por otros,
esos días son la musa que han estado esperando.

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  Como ha de ser posible que la cumbre del dolor no sea física, la carne se desvanece en el abre y cierra de una estrella moribunda.   Si recorres este tramo final junto a mí, podría decirte, pequeña noche, que te extraño, pero no he sido tocado por ese tipo de sentimiento o sensación, lo que siento es dolor, en otra dimensión de este cuerpo, de esta cabeza que dirige.   Atrás quedaron los días en que mi cuerpo vencía furiosos ríos, caídas en rocosas montañas, atrás quedaron, porque me los has robado, solo me queda la ceniza de algo, y la nada, soy tan ignorante que no me queda nada.   Te rodeo para ver lo pálido de tus ojos sin vida, descubro, que tienes dos espaldas para darme, el sabor amargo no se va, todo es normal, normal, estos Domingos de caída infinita, vacíos que jamás serán llenados.   Escapar no es una opción, dormir, quizá, solo si marcas una cruz en mi frente, solo si incendias el lecho, solo si el viento sopla,

Reloj

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