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Uno cree estar solo,
cuando en realidad,
se está rodeado de,
personas que han desarrollado
alguna clase de afecto hacia uno,
con la sola lectura de ciertos escritos,
algunos de ellos quizá podrían decirse,
amigos,
aun, sin habernos visto jamás en esta vida.

Estas personas,
que físicamente no están aquí,
y quizá, algunas de ellas ni siquiera, existan ya,
y ahora ocupen un lugar,
allí,
donde las almas se reúnen.
El que escribe,
a esto, nunca lo sabrá.

El que escribe,
desea la muerte,
pero negocia con su vida
para poder escribir un poema más,
leer un poco más,
llegar a otra mente una vez más.
Escribiendo, leyendo,
nunca se está solo,
así, nunca lo estoy,
en esta fría, obscura y solitaria habitación.

Solo he quedado yo,
más escucho,
al pasar,
que si he de morir hoy,
habrá suficientes brazos
para alzar mí lecho marrón,
suficientes invisibles amigos,
que me llevaran a mi casa,
allí, en donde no estaré solo.

Ahora, deseo escribirte,
mas ya, no he de tener el valor,
pues mi tristeza es tan profunda,
que temo tus ojos, enrojezcan
y en lágrimas se ahoguen,
privando de su belleza, al resto
que aquí se ha quedado.

Dejo, esas, mis últimas líneas,
las que no he de escribir,
libres a tu imaginación,
hermosa imaginación,
dejo mi deseo en el aire
en  aquella, no tan solitaria habitación.

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