Noches esperando
El pensamiento de alguna forma me consume, pue soy su alimento, y en
ellos, vas y vienes, te mueves como si mi cabeza fuera tu parque de
diversiones.
Lo permito.
No voy a encolerizarme por ello, pues, yo lo permito.
Siempre he sido, el idiota, el que permite, el que calla, además, quien podría
negarte algo, o refutar algunas de todas tus erróneas afirmaciones.
Vivo para esperar la noche, y abrazarla, y en su hombro llorar y reír,
nos esperamos en el mismo lugar de siempre, pues somos animales de costumbre.
Te hablo y no respondes, pero siempre escuchas, y tus telas se llenan de
estrellas, y en ocasiones manchas un poco de ellas para tapar tu ojo luminoso,
para que, todo sea más profundo, más obscuro.
Entre la música de los animales, ruidos de las sombras, humos extraños,
olores y colores, nos entendemos, nos enredamos, me gusta más decir, nos
entrelazamos.
Yo te escribo, y tú no lees, ansío que alguna vez encuentres todo lo que
he escondido en algún lugar, tú sabrás donde.
Y nada te pido, yo solo espero, y al verme un tanto triste, tú me das un
trozo de esperanza, esa que ya se ha terminado, y esa que tú me das, desaparece
con el primer rayo del sol, con el amanecer inoportuno, con la negación de
abrir los ojos.
Tu abandono duele, pues significa que debo irme también, y enfrentarme a
esta luz que todo muestra. Y como duele. Verte desaparecer, sin decir palabra, tragándome
el dolor que destroza mi garganta, mis ojos se ahogan, mi boca se mueve, pero
no habrá sonido, no habrá una gota de mis ojos, ni siquiera un tímido movimiento
de mis manos. Todo quedara aquí, en mi interior. Doy la vuelta, siempre
imaginando que giraras tu vista hacia atrás, y sigo mi paso, jamás, torceré mi
mirada.
Y aquí estoy, acosado nuevamente por esos pensamientos que vienen a
molestarme, a recordarme todo lo que quiero olvidar, a mostrarme lo que no está,
pero yo lo permito.
Dejo que caven más profunda esta fosa, y sé que una de estas noches, quizá,
te deje esperando en el lugar de siempre, esa noche, no llegare, y espero
pintes de negro todas tus telas, apagues tu ojo y absorbas toda luz.
Entonces, podre vivir en tu seno, eternamente. Ya no habrá esperas, ni seré
yo quien vaya al lugar de siempre, a esperar, a contar los minutos, a sentir
cada rasposa respiración (insoportable respiración).
Creo serás tú, esta vez, quien vaya a buscarme, y yo no estaré allí,
pues soy ya quien no espera, soy parte de la obscuridad que todo lo rodea.
Tú esperaras por mí.
Yo mirare por entre las sombras, quizá ría, quizá llore, quizá…no lo sé.
Y será como siempre, te tocare, y tú no me sentirás, te hablare y no
escucharas, te escribiré, y no leerás.
Nada de eso harás, hasta que lleven hacia ti, mi nombre grabado en una
mugrosa piedra.
E.I.
poesiasoscuras.blogspot.com.ar
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