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Lluvia

Tarde de lluvia intensa, incansable, densa, son apenas las tres de la tarde, y la noche, reniega de los relojes y sus números, y se abalanza sobre el día y reniega a irse de aquí.
Que puedo decir, estos días son los más bellos de todos los días, me gusta ese “encierro obligado”, aunque las conversaciones inoportunas obligan a decir siempre lo mismo “que horrible día”, y un largo etc.
Hoy me encuentra tras el vidrio de mi habitación, pero cuando estos días me encuentran fuera, por allí, no importa donde, nunca falta la persona que sobra, la que te corta el sueño con la inútil afirmación de lo molesto de la lluvia, o el frio o lo que sea, información inútil, pues la estoy viviendo al igual que él o ella. Conversaciones que solo sirven para romper un incómodo silencio, que debería seguir intacto, silencio, por favor, no corte mis pensamientos.
Eso debería responder, pero, la educación es un pilar importante, y le respondo, y sigo su inútil y nada informativa conversación.
Mientras en mi cabeza me veo salir corriendo de allí, solo para evitar seguir con esta pérdida de tiempo.

Me mojo en la lluvia, me gusta, aunque confieso que me es molesto al principio, sobre todo en esos días que te tocan en donde todo es urgente, todo es para ayer, y luego de la locura cotidiana, uno se da cuenta, que lo único urgente, es…nada.

En ocasiones, pienso que hay muchas personas, que lo consideran un día perdido, a esos días negros, fríos y lluviosos, creo que siento un poco de lastima, pues, porque no pueden encontrar el lado cómodo de esos días.
Lo he planteado, y solo he recibido, respuestas elevadas en tono, entonces, afirmo todo lo que para mí es al revés, y es la mejor forma de terminar con la conversación, y me retiro.


Vuelvo a mi ventana, y a admirar el exterior, pues hoy, la soledad me acompaña, y estoy tranquilo aquí, solo el ruido de las gotas, solo el frio vidrio, acariciando mi mejilla.
No es que sea un melancólico, no, nada de eso, ni tampoco es inspiración, pero la calma que produce, ayuda a redondear ideas.
Solo me gusta ver, el cielo, la caída alocada de las gotas, los charcos que luego dan formas a cada gota que cae sobre ellos, la destellante luz del relámpago y la espera del trueno.
Recuerdo las historias que de pequeño me contaban sobre los rayos y los truenos, y uno, las creía, hermosa inocencia.
Y que rápido, esa inocencia infantil, se evapora. Y uno se transforma en un ser un poco más cruel, más pesimista, mas…de piedra.

No importa, sucede y punto.
Vuelvo a apoyar mi frente contra el vidrio, no quiero que el pasado, pinte de gris este momento, el pasado, siempre pateando la mesa. Esos momentos que siempre están ahí, esperando volver, peleándose en las puertas de la memoria para aparecer, para destruir, partes del pasado que quisiera desterrar.
Concentrado nuevamente en este momento, en los dibujos, en la paleta de colores de la hermosa tormenta, una bruma se levanta y oculta los edificios, puedo ver mi rostro reflejado en el vidrio, estoy aquí y allá.

Entre tanto divagar, soñar despierto, escribí algo, está por allí, no sé dónde, la verdad, no importa, de seguro no vale la pena si no puedo encontrarlo, ya lo descubrirá alguien, lo leerá y lo desechará.
Como yo lo hubiera hecho, o la haría ahora, si lo encontrara.
En medio de este trance natural, no he notado un aroma, tenue, pero allí, flotando en el aire esta, olor a algo quemándose, “imposible”, pienso, pues toda esta agua hace imposible cualquier fuego, será que deje algo encendido por allí, el café calentándose, el agua hirviendo, algo.
Estoy siendo perseguido por el aroma, subo, bajo, me muevo, y nada veo, no me quedo tranquilo, pero igual vuelvo a mi lugar, mi ventana, y mientras me acerco, otra vez ese malestar, ese estar inquieto, nervioso, lo asimilo como un aviso que aún no se a que se deberá, y otra vez, un recuerdo logra pasar la línea y me muestra que alguna vez alguien me dijo “antes de morir, sentirás olor a algo que se está quemando”, me rio, me parece una estupidez, lo que faltaba, que antes de partir de aquí, tenga que oler algo.

Me separa un pasillo y podre volver a soñar, el cuarto, casi obscuro, como me gusta, y juro que se me paro el corazón, ya sé, no se jura en vano, pero esta vez, déjelo pasar, dirijo mi mirada a la ventana y me veo, apoyado como cuando note por primera vez ese olor, apoyado, y mis ojos cerrados, entonces viene a mí la sensación de abandono, la separación del cuerpo, quiero ahora despertar, en vano.
Me veo desde atrás, palmeo mi hombro, y mi mano no se detiene en él, lo atraviesa.
Y sí, soy yo. Estoy despierto, pero no en mi cuerpo, me he escapado de él.
Y pensar que yo no creía en fantasmas.

E.I.

http://poesiasoscuras.blogspot.com.ar

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